Pemex envía combustible a Cuba pese a deuda pendiente

Pemex ayuda a Cuba pese a deuda Dos buques tanque que transportan un total de 80,000 barriles de combustible se dirigen actualmente hacia Cuba, en un envío gestionado por Petróleos Mexicanos (Pemex) que busca proporcionar un alivio temporal a la aguda crisis energética que paraliza a la isla. Según los datos de seguimiento marítimo del Instituto de Energía de la Universidad de Texas, los buques Ocean Mariner y Eugenia Gas, ambos con bandera de Liberia, partieron desde el complejo industrial Pajaritos de Pemex, en el sur de México. El Eugenia Gas ya navega por la costa norte de Cuba con rumbo al puerto de Moa, en el oriente del país, mientras que el Ocean Mariner completaba su carga en las mismas instalaciones para emprender un viaje similar. Esta entrega ocurre en un momento de extrema gravedad para el sistema eléctrico cubano, el cual sufre cortes de energía que se extienden por veinte o más horas diarias en amplias regiones, sumiendo a la población en una profunda precariedad. La crisis tiene sus raíces en una combinación de factores estructurales y coyunturales. Por un lado, el parque de generación eléctrica de Cuba es obsoleto y propenso a frecuentes averías catastróficas. Por otro, el Estado carece de las divisas necesarias para adquirir de manera constante el combustible requerido para operar sus centrales termoeléctricas, que satisfacen aproximadamente el 65% de las necesidades energéticas del país. Según las estadísticas oficiales cubanas, la isla necesita alrededor de 110,000 barriles diarios para cubrir sus demandas básicas, de los cuales solo unos 40,000 se producen localmente. El resto, cerca del 60% del consumo total, debe importarse. En este contexto, los 80,000 barriles enviados desde México representan un aporte significativo, aunque limitado, ya que apenas superan el déficit de un solo día y no resuelven la crisis de fondo. Históricamente, Cuba ha dependido de una red de suministro internacional frágil y politizada para suplir este déficit crónico. Venezuela ha sido su principal proveedor durante años, aportando en el pasado hasta 50,000 barriles diarios. Sin embargo, los envíos desde Caracas han declinado drásticamente desde 2024, oscilando entre 10,000 y 30,000 barriles, debido en parte a la propia crisis económica venezolana y a la presión militar y de sanciones ejercida por Estados Unidos. México también había sido una fuente relevante, con entregas promedio de entre 22,000 y 25,000 barriles diarios, pero estos flujos se han reducido recientemente a unos 5,000 barriles. La convergencia de estas restricciones ha llevado al sistema eléctrico cubano al borde del colapso total, un colapso que de hecho ya ha ocurrido en cinco ocasiones distintas durante los últimos doce meses. El envío actual de Pemex, presentado por el gobierno mexicano como “ayuda humanitaria”, no está exento de tensiones geopolíticas. Estados Unidos ha manifestado su desacuerdo con este tipo de apoyos, y la presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, ha reconocido que la relación de su país con Cuba ha sido históricamente un punto de divergencia con Washington desde 1959. La situación se ha vuelto más volátil tras el anuncio del expresidente estadounidense Donald Trump de un posible bloqueo naval a petroleros sancionados, lo que amenaza con agravar aún más el aislamiento energético de La Habana. Un episodio reciente que ilustra esta tensión fue la interceptación por parte de Estados Unidos del buque Skipper en aguas internacionales del Caribe. Según investigaciones periodísticas, ese barco, que inicialmente transportaba crudo destinado a Cuba, fue redirigido hacia Asia como parte de un complejo mecanismo de reventa. Este mecanismo revela otra dimensión crítica de la crisis: para Cuba, el petróleo venezolano no es solo una fuente de energía, sino también una crucial fuente de divisas. La Habana paga estos envíos con servicios, principalmente el envío de profesionales como médicos, profesores y expertos en seguridad. Parte del crudo recibido se revende después en mercados asiáticos, y las divisas generadas son vitales para importar bienes básicos, dado que la economía doméstica cubana produce solo el 20% de lo que consume. La interrupción de este flujo, ya sea por sanciones, bloqueos o la crisis venezolana, estrangula simultáneamente el suministro eléctrico y la capacidad de importar alimentos y medicinas. Por lo tanto, los 80,000 barriles en camino desde México son más que un simple cargamento de combustible; constituyen un gesto político de apoyo en medio de una tormenta perfecta de colapso infraestructural, restricciones financieras y una intensa presión geopolítica que amenaza con dejar a la isla completamente a oscuras y sin recursos para mantener el funcionamiento mínimo de su economía y su sociedad.

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