EE.UU. despliega portaaviones en el Comando Sur

Despliegue naval del portaaviones

El grupo de ataque del portaaviones USS Gerald R. Ford (CVN-78), el buque insignia y más grande de la Armada de Estados Unidos, ingresó en el área de operaciones del Comando Sur (SOUTHCOM) el 11 de noviembre de 2025. La misión forma parte de una estrategia para fortalecer la presencia militar estadounidense en el hemisferio occidental y combatir redes criminales transnacionales, especialmente las relacionadas con el narcotráfico.

El grupo de ataque está compuesto por el portaaviones Gerald R. Ford, los destructores USS Bainbridge y USS Mahan, además de una ala aérea embarcada con aviones F/A-18 Super Hornet, E/A-18G Growler y helicópteros MH-60. Este despliegue es considerado uno de los más potentes de la década en la región, tanto por su capacidad ofensiva como por el simbolismo político que representa.

De acuerdo con el Departamento de Defensa, la presencia del Gerald R. Ford busca “disuadir amenazas emergentes, mejorar la cooperación con aliados regionales y garantizar la seguridad marítima en el Caribe y América del Sur”. La misión también contempla ejercicios conjuntos con armadas de países aliados y operaciones de interdicción en rutas marítimas utilizadas por organizaciones de narcotráfico.


Contexto y razones del despliegue

El Comando Sur tiene bajo su jurisdicción a América Central, América del Sur y el Caribe. En los últimos meses, Washington ha incrementado sus operaciones de patrullaje marítimo y vigilancia aérea, argumentando la necesidad de frenar el tráfico de drogas y armas hacia su territorio. Sin embargo, el despliegue del Gerald R. Ford también responde a una coyuntura geopolítica más amplia: la creciente presencia de China y Rusia en América Latina, así como el deterioro de las relaciones con gobiernos como el de Venezuela y Nicaragua.

El presidente estadounidense justificó la operación como parte de una política de “seguridad hemisférica ampliada”. Según funcionarios del Pentágono, el movimiento busca enviar una señal clara de disuasión ante cualquier intento de interferencia extranjera en la región, al mismo tiempo que fortalece los lazos con países aliados en el Caribe y Sudamérica.

No obstante, varios gobiernos latinoamericanos han manifestado preocupación por el alcance de la operación, al considerar que podría interpretarse como una forma de presión militar. En Venezuela, el gobierno calificó el despliegue como “una provocación” y movilizó parte de sus fuerzas costeras en respuesta simbólica.


Implicaciones operativas y estratégicas

Desde el punto de vista militar, la presencia del portaaviones Gerald R. Ford amplía la capacidad de reacción de Estados Unidos en escenarios donde tradicionalmente dependía de bases en territorio extranjero. Su alcance operativo permite controlar amplias zonas del Caribe, el Atlántico sur y parte del Pacífico, sin necesidad de apoyo logístico local.

El buque está equipado con un sistema de lanzamiento electromagnético de aeronaves, radares de última generación y tecnología para operaciones sostenidas de largo alcance. Con una tripulación de más de 4 500 efectivos, puede mantenerse en operaciones continuas por meses. Esta capacidad convierte al Gerald R. Ford en una herramienta clave para la proyección del poder naval estadounidense en un contexto de tensiones regionales crecientes.

En el plano diplomático, el despliegue refuerza la política de contención hacia gobiernos considerados adversos por Washington, al tiempo que ofrece apoyo a países que enfrentan crisis internas o presencia significativa del crimen organizado. Sin embargo, analistas advierten que la medida también puede ser interpretada como una acción unilateral que erosiona la confianza regional y reaviva temores históricos de intervención.


Riesgos y reacciones regionales

La operación del Comando Sur no está exenta de riesgos. Algunos especialistas señalan que la presencia de un portaaviones con semejante capacidad de fuego puede generar una escalada no intencionada si se producen incidentes marítimos o aéreos con naciones que vean comprometida su soberanía. Además, las operaciones de interdicción suelen involucrar zonas grises del derecho internacional, especialmente en aguas en disputa o áreas cercanas a costas nacionales.

Desde una perspectiva política, el despliegue ocurre en un momento de tensiones diplomáticas con Caracas y La Habana, y de acercamiento estratégico de países latinoamericanos a potencias como China, Rusia e Irán. El mensaje de fuerza estadounidense podría interpretarse como una advertencia hacia esas alianzas, más que como una simple operación contra el narcotráfico.

En términos de opinión pública, los países de la región se dividen entre quienes celebran la cooperación militar como una medida de apoyo en seguridad, y quienes la rechazan por considerar que reaviva prácticas de intervención que evocan la Guerra Fría.


Conclusión

El despliegue del USS Gerald R. Ford al Comando Sur simboliza el regreso de Estados Unidos a una política de presencia activa en América Latina, con un enfoque que mezcla seguridad, geopolítica y disuasión estratégica. Aunque oficialmente se presenta como una operación antinarcóticos y de cooperación regional, en el fondo responde a un reajuste de poder en el hemisferio, donde Washington busca reafirmar su influencia ante actores globales en expansión.

El impacto de esta maniobra dependerá de su duración y de la capacidad diplomática de Estados Unidos para equilibrar fuerza con diálogo. Si logra mantener la estabilidad y fortalecer alianzas, el despliegue será recordado como una demostración exitosa de poder naval. Pero si provoca tensiones o incidentes, podría revivir la percepción de un intervencionismo que América Latina no está dispuesta a tolerar.


Referencias

  • Reuters: “US to escalate military presence in South America with aircraft carrier group”
  • Associated Press: “US is sending an aircraft carrier to Latin America in major escalation of military firepower”
  • The Wall Street Journal: “Pentagon orders aircraft carrier to the Caribbean”

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