Cuellos de botella portuarios como regalo para navidad Durante el periodo más crucial para el comercio exterior mexicano, la decisión de reducir los horarios de operación administrativa en tres puertos estratégicos ha encendido las alarmas de toda la industria logística. Las capitanías de puerto de Manzanillo, Lázaro Cárdenas y Ensenada operarán con un horario reducido, de solo cuatro horas diarias de nueve de la mañana a una de la tarde, desde el 15 de diciembre de 2025 hasta el 2 de enero de 2026. Esta medida, autorizada por la Dirección General de Capitanías de Puerto (DIGACAP) de la Secretaría de Marina, coincide precisamente con la temporada alta de movimiento de mercancías, generando una grave preocupación por los cuellos de botella, las demoras y el consecuente impacto económico que se anticipa. La magnitud del tráfico afectado subraya la gravedad de la situación. Manzanillo y Lázaro Cárdenas no son terminales cualesquiera; son los dos puertos que mayor volumen de carga mueven en todo el país. Solo entre enero y octubre de 2025, Manzanillo movilizó más de 3.2 millones de contenedores (TEUs), mientras que Lázaro Cárdenas manejó 2.16 millones. Ensenada, por su parte, procesó más de 363,000 contenedores en el mismo periodo. La reducción de la ventana operativa para los trámites administrativos en estas infraestructuras críticas representa un riesgo sistémico para la cadena de suministro nacional e internacional. Las autoridades marítimas, a través de oficios firmados por funcionarios como el capitán de puerto Luis Carlos Cisneros Burciaga en Ensenada, han justificado la medida como una “rutina decembrina” para el personal. Si bien se ha precisado que los procedimientos no se suspenden por completo, la ventana única de atención y la oficialía de partes atenderán únicamente en ese horario restringido, solicitando a los operadores que planifiquen la cantidad de trámites y lleven su documentación completa y pagos listos. La industria, sin embargo, ve con pesimismo esta adaptación. Los procesos para el ingreso y salida de buques, así como para la liberación de carga, dependen esencialmente de la validación de estas mismas capitanías de puerto y de las Administraciones del Sistema Portuario Nacional (Asiponas). Un cuello de botella en la recepción de documentos genera inevitablemente un embotellamiento en los muelles. Los agentes de carga, operadores logísticos, agentes aduanales y transportistas prevén demoras significativas por la acumulación de solicitudes de descarga y despacho de mercancías. Esta congestión administrativa se traducirá en barcos esperando más tiempo para atracar o zarpar, contenedores detenidos en patios y camiones en espera, incrementando costos por almacenaje, fletes y penalizaciones por retrasos en entregas. La preocupación es tan amplia y urgente que la comunidad marítima en su conjunto ha convocado reuniones de emergencia para analizar el impacto concreto de la medida y evaluar posibles contingencias. El consenso entre los actores del sector es que este “frenazo” operativo, en el momento de mayor demanda del año, perjudicará severamente el desempeño del sistema portuario mexicano. Más allá de los problemas inmediatos de logística, se advierte un riesgo de fondo para la competitividad del país. Los estándares internacionales de comercio marítimo privilegian la operación continua, ágil y predecible de los puertos. Una interrupción de esta naturaleza, especialmente en las terminales de mayor actividad, envía una señal negativa a los mercados globales y podría desincentivar el uso de estas rutas mexicanas en el futuro. Ante este escenario, los organismos empresariales del sector logístico han elevado un llamado formal a las autoridades federales para que reconsideren la medida. Argumentan que el costo económico de estas semanas de operación limitada será desproporcionadamente alto, afectando no solo a las empresas de transporte y logística, sino a todos los sectores productivos que dependen de la importación de insumos y la exportación de sus bienes en un plazo determinado. La petición busca encontrar un punto medio que permita atender las necesidades del personal durante las fiestas de fin de año, sin sacrificar la operatividad de infraestructuras que son vitales para la economía nacional, particularmente en un periodo estacional donde cada día de retraso tiene repercusiones multiplicadas en toda la cadena de valor.
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