Cifras que pesan más que maletas
Más de 112,000 mexicanos han sido repatriados en lo que va de 2025.
No son turistas que regresan de compras ni migrantes que “decidieron volver”; son personas deportadas bajo las nuevas políticas migratorias de Estados Unidos, más restrictivas, más rápidas y —como siempre— más duras con el sur que con el resto del mundo.
Las ciudades fronterizas como Nuevo Laredo, Reynosa y Matamoros se han convertido en salas de espera gigantes: filas de gente con mochilas, carpetas de migración y la misma pregunta en la mirada —¿y ahora qué?—.
El discurso oficial habla de “reinserción laboral” y “apoyo humanitario”, pero en la práctica lo que muchos encuentran son empleos mal pagados, rentas imposibles y un país que los recibe con la misma frialdad que el vuelo de regreso.
México: casa sin cuartos disponibles
El gobierno federal insiste en que tiene un “plan integral de apoyo”, pero ese plan parece más bien un guion de campaña que nunca llega al rodaje.
Las oficinas del Instituto Nacional de Migración (INM) se ven rebasadas, y los albergues locales funcionan gracias a donaciones y voluntarios.
La Secretaría del Trabajo promete programas de empleo temporal, aunque nadie explica cómo se compite con salarios estadounidenses que triplican los locales.
Al final, la “reintegración” se parece más a un proceso de supervivencia: los repatriados no solo cruzan la frontera física, también una frontera emocional.
Entre el muro invisible y la nostalgia
Cada nueva administración en Washington promete “orden y seguridad”, pero lo que realmente genera es un muro burocrático: visas más lentas, permisos más caros y menos oportunidades de asilo.
Mientras tanto, México sigue atrapado entre la diplomacia y la dependencia económica.
Es un equilibrio precario: apoyar a los migrantes sin enfadar al vecino del norte.
Las remesas, que superan los 65 mil millones de dólares anuales, son el salvavidas que mantiene la narrativa del “vínculo fraternal”.
Pero ese dinero no compensa el vacío de políticas reales para quienes regresan con nada más que un documento de deportación y un número de teléfono tachado.
El regreso que duele
En las estaciones migratorias, muchos vuelven con acento distinto, hijos nacidos en Texas y deudas pendientes.
No son “migrantes fallidos”, son trabajadores expulsados de un sistema que los usó mientras fue rentable.
El retorno no es un nuevo comienzo, es un cierre forzoso.
México sigue improvisando una bienvenida, mientras Estados Unidos se lava las manos con sellos migratorios y discursos sobre seguridad.
Y entre ambos, miles de personas quedan suspendidas en tierra de nadie, literal y metafóricamente.
La frontera eterna
El fenómeno migratorio no se detiene, solo cambia de ritmo.
Hoy son repatriaciones; mañana, nuevas caravanas.
Y aunque los gobiernos insisten en que “trabajan en soluciones”, la realidad es que la frontera se ha convertido en un espejo: muestra lo mejor del norte y lo peor del sur, y ninguno quiere mirar demasiado tiempo.
Referencias
- The Washington Post: “U.S. tightens deportation policies amid rising border crossings”
- El País: “México enfrenta oleada de repatriados sin estrategia clara”
- Milenio: “112 mil mexicanos deportados en 2025: el reto de reinsertarlos al país”
- BBC Mundo: “La frontera que nunca se cierra: el ciclo migratorio entre México y EE.UU.”
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