Trump encabeza desfile militar en EE. UU.

Trump lidera desfile militar en su cumpleaños 79; protestas “No Kings” estallan en EE.UU. por señales de autoritarismo creciente.

Un espectáculo masivo con tintes personales

El sábado 14 de junio de 2025, en Washington D.C., Donald Trump presidió un desfile militar que conmemoraba el 250 aniversario del Ejército de Estados Unidos y coincidía con su propio 79º cumpleaños. El desfile incluyó alrededor de 6 600 soldados, más de 150 vehículos militares —incluyendo tanques—, y más de 50 aparatos aéreos, desde helicópteros hasta drones y aeronaves históricas.

En su discurso, Trump describió a las tropas como “la fuerza de combate más grande, feroz y valiente de este planeta”, rememoró misiones de la Segunda Guerra Mundial y alabó los esfuerzos del Ejército por mantener la “victoria americana”. El evento se prolongó con una exhibición de fuegos artificiales y una actuación de Lee Greenwood interpretando “God Bless the USA”.

Con un coste estimado entre 25 y 45 millones de dólares, la organización recurrió tanto al presupuesto público como a recursos privados, incluyendo donaciones corporativas, en un despliegue que muchos califican como personal y cargado de simbolismo político.

Críticas y nostalgia autoritaria

Se trató del desfile militar más grande en Washington en más de tres décadas, por lo que fue comparado con espectáculos en regímenes autoritarios. La presencia de uniformes, tanques, actos con niños que tocaban armas, perros robots y efectos patrióticos generó un ambiente que mezcló lo militar con un tono casi propagandístico.

Si bien muchos veteranos y simpatizantes apreciaron el homenaje, sectores opositores y analistas políticos expresaron preocupación. Señalaron que, aunque el desfile no llegó a niveles de culto de personalidad extremos, sí representó una preocupante desviación de las tradiciones democráticas, y apuntaron deficiencias en la logística y escasa asistencia, atribuidas al clima, mala señalización y expectativa mal calibrada.

Protestas bajo el lema “No Kings”

Simultáneamente, se organizaron en más de 2 000 localidades en todo el país protestas bajo el lema “No Kings” (“Sin Reyes”), en rechazo al uso del Ejército con fines presuntamente autoritarios. Marchas pacíficas congregaron a miles de personas en ciudades como Los Ángeles, Nueva York, Chicago, Filadelfia y Houston, sin que el balance general reportara incidencias graves.

En Los Ángeles, incluso se emplearon gases lacrimógenos para dispersar a unos manifestantes que denunciaban redadas migratorias, mientras que en Minnesota, un ataque violento a un legislador demócrata marcó una jornada tensa y parcialmente violenta.

El movimiento No Kings fue impulsado por una coalición de sindicatos, organizaciones civiles, académicos y activistas en defensa de las libertades civiles, argumentando que el desfile simbolizaba un desplazamiento hacia el autoritarismo.

Brechas y polarización nacional

La jornada expuso una fractura profunda en la sociedad estadounidense. Por un lado, hubo quienes vieron el desfile como una ceremonia patriótica necesaria para honrar a la institución militar. Por el otro, hubo quienes lo interpretaron como un show político cargado de ego personal que deterioró la tradición civil-militar.

El conflicto entre ambos enfoques se volvió más evidente con la cobertura mediática y las movilizaciones. Mientras el Ejército cubrió los daños al pavimento y se mantuvo fuera de críticas políticas directas, el uso de tanques en calles públicas despertó sospechas de uso político del armamento civil.

Conclusiones y retos de futuro

El evento se consolidó como un hito simbólico: un gesto potente hacia el electorado patriótico y un intento de Trump por concretar una larga aspiración personal, respaldado por veteranos y donantes. Sin embargo, también dejó un legado inquietante: la evidencia de que EE.UU. transita hacia una mayor polarización institucional, donde símbolos y gestos públicos adquieren significados políticos intensos.

Además, las masivas protestas No Kings reflejan un rechazo creciente hacia cualquier simulacro de poder personalista. La tensión entre imagen militar fuerte y control civil democrático quedó expuesta con crudeza, abriendo un debate complejo sobre el rol de los actos ceremoniales en una democracia madura.

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