EE.UU. bombardea Irán; Teherán responde con misiles

EE.UU. bombardeó instalaciones nucleares en Irán e inició una crisis geopolítica; Teherán respondió con misiles y amenazas regionales.

Una operación militar sorpresa

En la madrugada del 22 de junio, Estados Unidos lanzó la “Operación Midnight Hammer”: un ataque aéreo coordinado con Israel que destruyó tres instalaciones nucleares iraníes clave en Fordow, Natanz e Isfahán. Aviones B‑2, cazas y bombas bunker‑buster de 30,000 libras fueron utilizados en una acción descrita por altos oficiales del Pentágono como “un éxito sin precedentes”, logrando devastar los objetivos sin encuentros con sistemas antiaéreos o cazas hostiles.

El presidente Trump confirmó el ataque en un mensaje nacional, declarando que las instalaciones nucleares habían sido “completamente obliteradas” y sugirió que la acción podría marcar el principio de un cambio más profundo en Irán. El Pentágono, en cambio, subrayó que el objetivo era desactivar capacidades nucleares, no provocar un cambio de régimen.

El contraataque teheraní y el cierre de Ormuz

En represalia, Irán disparó una batería de misiles balísticos contra objetivos no confirmados en Medio Oriente —se cree que incluyeron bases en Israel— y declaró que activaría una medida para cerrar el estrecho de Ormuz, por donde transita cerca del 20 % del petróleo mundial. El Parlamento iraní aprobó por mayoría condicionar esta medida al aval del Consejo de Seguridad del país.

El anuncio provocó movimientos bruscos en los mercados de crudo y generó alarma generalizada sobre posibles interrupciones petroleras y un nuevo estallido del conflicto regional.

Equilibrio entre disuasión y escalada

El Pentágono defendió que la “Operación Midnight Hammer” fue precisa y diseñada para minimizar víctimas civiles y evitar consecuencias nucleares. Irán, por su parte, insistió que la acción fue “ilegal y arriesgada”, prometiendo que su programa nuclear continuaría y que habría “consecuencias graves” para quienes respaldaron el ataque.

Esta confrontación directa entre EE.UU. e Irán representa un escalón nuevo en la crisis geopolítica de Oriente Medio, ampliando el conflicto más allá del enfrentamiento tradicional Israel‑Irán, e introduciendo a Washington como actor militar directo.

Escenario internacional y posibles consecuencias

Los aliados occidentales, incluidos Reino Unido y Alemania, hicieron llamados urgentes a la contención y el regreso a la vía diplomática. Incluso dentro de Estados Unidos hubo voces que criticaron la posible intervención militar sin respaldo del Congreso. Se discute también la viabilidad de una propuesta diplomática que ofrezca a Irán alivio de sanciones a cambio de frenar su programa nuclear.

En Teherán se han impuesto restricciones a internet y comunicación para evitar reacciones masivas, mientras la embajada estadounidense en Jerusalén cerró temporalmente por razones de seguridad. Las tensiones han provocado disturbios globales en los mercados de energía y han obligado a la suspensión temporal de vuelos comerciales en la región.

El desafío de contener una guerra regional

Desde Washington se insiste en que la operación tenía como objetivo principal evitar que Irán alcance capacidades nucleares mientras apoya a sus aliados regionales. No obstante, el riesgo de una escalada no puede subestimarse: cada ataque precisa respuestas, y cada represalia amplía la cadena de conflicto.

El cierre potencial del estrecho de Ormuz y los misiles lanzados por Irán agregan presión a un escenario global ya volátil. Ante ello, la comunidad internacional considera esencial reactivar los canales diplomáticos, aunque las señales actuales apuntan más hacia la confrontación que al entendimiento.

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