Una asignación presupuestal polémica
Rommel Pacheco, ex clavadista olímpico y actual titular de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade), ha generado una fuerte polémica al aprobar una asignación de 17 millones de pesos a la Federación Mexicana de Ecuestre (FME). La decisión ha sido duramente criticada por beneficiar a un deporte históricamente asociado a sectores de alto poder adquisitivo, mientras que decenas de atletas en disciplinas populares o comunitarias compiten con recursos mínimos, cuando no inexistentes.
Desigualdad en la distribución de recursos
El millonario respaldo se anunció en el marco del Global Champions Tour realizado en Campo Marte, uno de los escenarios más exclusivos del país, con asistencia de la élite social y empresarial. Mientras tanto, deportistas de alto rendimiento en disciplinas como la marcha, halterofilia o natación paralímpica han denunciado falta de apoyos, promesas incumplidas y procesos burocráticos que retrasan reembolsos o les impiden viajar a competencias.
La imagen de jóvenes promesas del deporte nacional vendiendo productos por redes sociales para costear sus uniformes contrasta dolorosamente con la fluidez con la que se liberaron los recursos para la equitación.
Contradicciones con el discurso oficial
El gobierno de Claudia Sheinbaum ha reiterado que el “deporte social” y comunitario será un eje de su política de bienestar. Sin embargo, este episodio ha dejado en evidencia una contradicción: mientras se predica inclusión, se asignan recursos a un sector altamente excluyente. Esta incongruencia ha provocado reclamos no solo entre deportistas, sino también entre organizaciones civiles que impulsan el deporte como herramienta de transformación social.
Reacciones del gremio deportivo
Numerosos entrenadores, atletas y periodistas deportivos han expresado su indignación en redes sociales. La pregunta se repite: ¿quién define qué deporte es prioritario en México y bajo qué criterios? Algunos exfuncionarios del deporte nacional han advertido que este tipo de decisiones perpetúan una lógica de clientelismo y elitismo institucional.
Asimismo, se ha reportado que otras federaciones —como la de deportes para personas con discapacidad— han recibido menos del 10% del monto entregado a la FME. La indignación crece no solo por el dinero entregado, sino por el mensaje político que implica: en la lucha por el presupuesto, gana el caballo.
Conclusión
La gestión de Rommel Pacheco al frente de la Conade ha encendido las alarmas sobre el rumbo del deporte mexicano. El episodio de la Federación Ecuestre no solo exhibe un patrón de desigualdad en el reparto de recursos, sino que también pone en entredicho las verdaderas prioridades del Estado en materia de inclusión, bienestar y justicia social. Si el gobierno busca fomentar el deporte como derecho, este tipo de decisiones representan un obstáculo —y un síntoma— de que aún falta mucho por desmontar las inercias de privilegio institucional.
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