Un hito en la historia de la animación mexicana

En un país donde la animación ha sido tradicionalmente un terreno inexplorado, Soy Frankelda se levanta como un hito. Es la primera película mexicana en técnica stop motion, una obra creada con paciencia artesanal, imaginación y pasión por el detalle. Dirigida por los hermanos Roy y Arturo Ambriz, fundadores del estudio Cinema Fantasma, la cinta llega a las salas mexicanas con un aura de triunfo: el triunfo del arte hecho a mano, del talento nacional y de una generación que creció soñando con contar historias imposibles.

Desde su primera proyección, Soy Frankelda ha sido celebrada no solo por su belleza visual, sino por la emoción que despierta. Cada fotograma respira amor, cada textura lleva la huella de los dedos que moldearon su universo. En un mundo dominado por la animación digital, esta producción apuesta por lo tangible, por lo imperfectamente humano. Y en esa imperfección radica su magia.

La historia detrás de la historia

La cinta cuenta la vida de Frankelda, una escritora fantasmal que narra cuentos oscuros sobre la valentía, el miedo y la creatividad. A través de su voz —profunda, melancólica, pero esperanzadora— la película invita a reflexionar sobre lo que significa contar historias en un mundo que ha dejado de escuchar. Frankelda no teme a la oscuridad; la abraza, la convierte en materia prima de su arte.

Este concepto, surgido originalmente de la serie Los Sustos Ocultos de Frankelda, se expande aquí hacia un relato cinematográfico que combina horror gótico, introspección emocional y una poética sobre el acto de crear. Es, en esencia, una película sobre los narradores: aquellos que, como Frankelda, viven entre mundos para que los demás puedan soñar.

El elogio de Guillermo del Toro

Guillermo del Toro, quien ha seguido de cerca el desarrollo del proyecto, no dudó en expresar su admiración por el trabajo de los hermanos Ambriz. El cineasta los describió como “una prueba viviente de que la animación mexicana tiene corazón, rigor y una voz propia”.
Su apoyo fue más que simbólico: los acompañó durante el proceso de promoción y destacó la importancia de Soy Frankelda como un ejemplo del tipo de cine que México necesita: audaz, sensible y visualmente poderoso.

Del Toro, maestro del detalle artesanal y defensor de la animación como forma de arte, encontró en esta obra una resonancia espiritual. No es difícil imaginar por qué: la película comparte con sus trabajos —como El laberinto del fauno o Pinocho— una devoción por la imaginación, un amor incondicional por los monstruos y una ternura infinita hacia los soñadores.

Una joya del stop motion

El proceso de producción fue monumental. Cada minuto de la película requirió miles de fotografías individuales; cada movimiento, cada parpadeo, fue manipulado a mano. Los artesanos de Cinema Fantasma construyeron escenarios miniatura con precisión milimétrica: bibliotecas que respiran polvo, castillos que parecen tallados en sueños, y luces que se filtran como si el alma misma iluminara las escenas.

El resultado es un universo visual que parece salido de un cuento oscuro, pero que late con un corazón cálido. Las texturas —madera, tela, pintura— tienen vida propia. No hay nada genérico ni repetido: todo fue hecho desde cero, con un respeto casi religioso por el oficio. Soy Frankelda es, literalmente, una película construida con las manos.

Un triunfo para la animación mexicana

La cinta fue seleccionada para importantes festivales internacionales, incluyendo el Annecy International Animation Film Festival, uno de los foros más prestigiosos del mundo en su género. Su recepción fue apoteósica: la crítica la calificó como una “obra luminosa nacida de la sombra”, destacando su originalidad, su arte y su sensibilidad.

Más allá del reconocimiento, Soy Frankelda representa un antes y un después para la animación mexicana. Demuestra que no se necesitan presupuestos millonarios ni grandes estudios internacionales para crear cine de clase mundial; basta con tener una historia que contar y la determinación para hacerlo con amor.

El poder de contar desde el alma

En el centro de todo está Frankelda, una heroína improbable que simboliza a los artistas invisibles, a quienes crean sin esperar aplausos. Ella representa a los escritores, a los cineastas, a los animadores que transforman sus miedos en belleza. Su mensaje es claro: “No temas a tus monstruos; escúchalos, porque ellos tienen tus mejores historias.”

Esta filosofía resuena profundamente en la película. Como en los cuentos clásicos, el terror y la ternura coexisten. La oscuridad no es un enemigo, sino un lienzo donde la luz puede brillar con más fuerza. En Soy Frankelda, el miedo no destruye: inspira.

Conclusión

Soy Frankelda no es solo una película; es un acto de amor al cine, a la imaginación y al arte hecho en México. Es el testimonio de que las grandes historias pueden surgir de los rincones más modestos, cuando se combinan talento, pasión y una fe inquebrantable en la magia de crear.

Guillermo del Toro lo resumió perfectamente: “Esta película demuestra que el futuro de la animación mexicana ya llegó, y se llama Frankelda.”
Y tenía razón. Soy Frankelda no solo marca una nueva era para la animación nacional: también nos recuerda que, a veces, los monstruos más hermosos nacen del corazón más humano.

Referencias

• Al Momento MX: “Soy Frankelda hace historia como la primera película mexicana en stop motion.”
• Glamour México: “Guillermo del Toro elogia la cinta Soy Frankelda, orgullo del cine animado nacional.”
• Azteca Jalisco: “Soy Frankelda: el primer largometraje stop motion hecho en México.”
• El Heraldo de México: “Los hermanos Ambriz llevan a México a los grandes festivales con Soy Frankelda.”
• Stop Motion Magazine: “Soy Frankelda, la joya mexicana que conquista Annecy.”

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