El Congreso de la Unión inició este lunes un periodo extraordinario de sesiones, y lo hizo envuelto en una atmósfera de crispación política. La Comisión Permanente convocó oficialmente al periodo con 26 votos a favor —mayoría de Morena, PT y PVEM— y 9 en contra —integrantes del PAN, PRI y Movimiento Ciudadano—. El desacuerdo no fue menor: los opositores acusaron a la mayoría oficialista de imponer la agenda sin consensos previos, ni discusión parlamentaria formal, e incluso de convocar sin tener todos los dictámenes listos.
El presidente de la Junta de Coordinación Política en la Cámara de Diputados, Ignacio Mier, defendió la legalidad de la convocatoria, señalando que “los dictámenes se aprobarán en las comisiones pertinentes al arranque del periodo”, pero la oposición considera que se trata de una estrategia para minimizar el escrutinio público sobre reformas de gran calado.
Una agenda de alto voltaje: 20 iniciativas en 10 días
El plan de Morena y sus aliados consiste en aprobar al menos 20 reformas prioritarias en un lapso de apenas diez días. La agenda incluye temas delicados como:
- Reforma a la Ley de Telecomunicaciones, con nuevas reglas para concesiones y regulación de contenidos.
- Cambios a la Ley de la Guardia Nacional, que ampliarían sus facultades y reformularían la cadena de mando.
- Modificaciones al Sistema Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas.
- Normas actualizadas para la lucha contra el lavado de dinero y el financiamiento ilícito.
- Reformas a leyes ambientales, energéticas y del sistema penitenciario.
Cada una de estas iniciativas tiene implicaciones importantes, pero en conjunto dibujan una estrategia legislativa ambiciosa que, según sus críticos, carece de discusión plural y pretende cristalizar un modelo institucional con énfasis centralista y militarizado.
Denuncias de la oposición: autoritarismo, precipitación y exclusión
Los partidos opositores —PAN, PRI y Movimiento Ciudadano— acusan que el llamado periodo extraordinario es, en realidad, un “fast track” legislativo impulsado por Morena para blindar el proyecto de la 4T antes del cambio de legislatura. Señalan que varias reformas no tienen dictámenes elaborados ni se han realizado audiencias públicas, por lo que carecen de sustento técnico y social.
La reforma a la Guardia Nacional es particularmente controversial. La oposición advierte que el nuevo diseño institucional entregaría facultades más amplias a las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad pública, debilitando los controles civiles y promoviendo la militarización del país. En un contexto donde México ha sido señalado por organismos internacionales por el uso excesivo de la fuerza y la falta de transparencia en operaciones militares, el tema ha despertado fuertes alertas.
Asimismo, se critica que la Ley de Telecomunicaciones podría abrir la puerta a restricciones en libertad de expresión, bajo el argumento de “combatir discursos de odio” o “regular contenidos sensibles”, sin claridad sobre los mecanismos de supervisión y sin la participación de la sociedad civil o expertos del sector.
La posición oficialista: urgencia, eficiencia y voluntad política
Desde la bancada de Morena, el discurso es muy distinto. Según los legisladores afines al gobierno, estas reformas no son improvisadas, sino parte de un plan legislativo trazado desde el inicio del sexenio, que busca consolidar un marco jurídico acorde con las transformaciones constitucionales ya aprobadas en los últimos años.
Para ellos, el tiempo apremia. Alegan que muchas leyes secundarias han quedado pendientes pese a las reformas de fondo que el Congreso ya aprobó en materia judicial, energética o de derechos sociales. Desde esta perspectiva, el periodo extraordinario es un esfuerzo de eficiencia institucional, no una imposición autoritaria.
También han insistido en que las reformas responden a exigencias legítimas de colectivos de víctimas, familiares de desaparecidos, organismos ciudadanos y organismos de derechos humanos que han pedido leyes más eficaces para enfrentar problemáticas estructurales.
Riesgos institucionales: ¿qué está en juego?
Más allá del cruce de declaraciones, lo que está en juego en este periodo extraordinario es la forma en que el poder legislativo opera en momentos críticos. El uso intensivo de mayorías absolutas para legislar sin consensos puede traducirse en reformas de escasa legitimidad social, y por lo tanto más susceptibles de impugnación legal o desobediencia institucional.
Varios analistas advierten que una estrategia de saturación legislativa, sin contrapesos internos ni deliberación pública, corre el riesgo de construir leyes mal diseñadas, difíciles de aplicar o con vacíos jurídicos que terminen siendo corregidos en tribunales. Además, en temas delicados como seguridad, telecomunicaciones y derechos humanos, cualquier falla podría tener consecuencias graves e irreversibles.
Conclusión
El inicio del periodo extraordinario ha confirmado la creciente polarización del Congreso mexicano. Morena apuesta por acelerar reformas claves antes del cierre del sexenio y la renovación de legisladores, confiando en su mayoría para imponer el ritmo. La oposición, en cambio, denuncia exclusión y opacidad, advirtiendo de una deriva autoritaria.
Lo que suceda en las próximas sesiones marcará el pulso legislativo de cara al nuevo sexenio, y servirá como termómetro sobre el tipo de democracia que México está construyendo: una centrada en mayorías eficaces o una basada en la construcción plural de acuerdos.
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